domingo, 28 de julio de 2013

¡Un cura carismático!

Escribo este comentario  “con temor y temblor” por cuanto,  reconozco mis propias limitaciones (No hay justo, ni aún uno, nos recuerda el apóstol Pablo en Romanos 3:10 y yo no soy mejor que ninguno) y no es que trate de ver la paja en el ojo ajeno, sino más bien reflexionar sobre lo trascendental que es para un cristiano guardar o mejor, vivir las enseñanzas de nuestro Señor y Salvador Jesucristo.  Destaco reflexionar, porque tiene su origen en la palabra reflejo, esto es, permitir que la luz recibida por dichas enseñanzas, será retransmitida (reflejada) para que otros también sean alcanzados por ellas.
El cardenal Jorge Mario Bergoglio, recientemente  escogido como el máximo Jefe de la Iglesia Católica, se encuentra finalizando hoy, en Río de Janeiro, Brasil, su  primer viaje fuera del Vaticano. Me ha dejado una excelente impresión,  y mayor aún entre la feligresía brasilera a quienes ha encantado y también entre los muchos jóvenes  de más de 170 países, de dicha denominación que se encuentran celebrando su encuentro internacional de la juventud (JMJ: Jornada Mundial de la Juventud).   Desplegando vitalidad, pese a sus más de 70 años, simpatía, sensibilidad social, humildad y una sonrisa afable y acogedora, se muestra como un auténtico seguidor de nuestro Señor Jesucristo, a tal extremo que algunos enfervorizados devotos han creído ver a Cristo en su persona.  No cabe duda que dichas  cualidades son algunas de las expresiones visibles de  quién ha entregado su vida al señorío de Cristo, siendo su discípulo. Sin embargo, hay algunas cosas que nos debieran llamar la atención a la luz de las enseñanzas de  Jesús:
En Juan capítulo 8 podemos leer:
8:31 Dijo entonces Jesús a los judíos que habían creído en él: Si vosotros permaneciereis en mi palabra, seréis verdaderamente mis discípulos; 
8:32 y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres
Y en el capítulo 14 Juan recoge también las siguientes expresiones de Jesús
14:21 El que tiene mis mandamientos, y los guarda,(*) ése es el que me ama; y el que me ama, será amado por mi Padre, y yo le amaré, y me manifestaré a él.
14:23 Respondió Jesús y le dijo: El que me ama, mi palabra guardará; y mi Padre le amará, y vendremos a él, y haremos morada con él.
14:24 El que no me ama, no guarda mis palabras; y la palabra que habéis oído no es mía, sino del Padre que me envió
Teniendo presente estas expresiones de Jesús, es hora entonces de que aprovechando su gran carisma  y la rápida influencia que ha conquistado en la curia y la feligresía romanista,  el cura Jorge Mario Bergoglio denominado ahora Francisco 1ro.  haga honor a las enseñanzas  y palabras de  Jesús (de quien  Roma le atribuye ser su representante en la tierra) y promueva una gran reforma al interior de la Iglesia Católica  si quiere de verdad que quienes la integran lleguen a ser genuinos cristianos (término que, aunque parezca de Perogrullo, significa, seguidor de Cristo). Ello porque el romanismo no da el ancho en cuanto  a que ha privilegiado formulismos humanos por sobre los profundos preceptos enseñados por Cristo.
Basado en los versículos ya mencionados, tomemos para muestra  algunos ejemplos:
Mucho se habla de la infalibilidad del Cura que preside el Vaticano en cuanto enseña  “ex cátedra”, constituyéndose entonces en el maestro por excelencia del pueblo católico, sin embargo lo que más contradice las enseñanzas de  Jesús, es el trato de “Santo Padre” que tanto la curia como la feligresía y aún otros le brinda. Ya el nombre del cargo “Papa”, que viene del griego pappas, nos dice que significa padre. Pero ¿qué dijo Jesús al respecto, (sin duda sabiendo lo que acontecería siglos después de su primera venida)?
Leamos las enseñanzas de Jesús en Mateo capítulo 23 en los versículos que se indican:
23:8 Pero vosotros no dejéis que os llamen Rabí; porque uno es vuestro Maestro y todos vosotros sois hermanos. 
23:9 Y no llaméis a nadie padre vuestro  en la tierra; porque uno es vuestro Padre, el que está en los cielos. 
23:10 Ni dejéis que os llamen preceptores; porque uno es vuestro Preceptor,  Cristo.  
23:11 Pero el mayor de vosotros, será vuestro servidor.
Aquí Jesús no se está refiriendo al trato filial de los hijos hacia su padre, ni del alumno a su profesor, sino que lo que condena  Jesús, es el trato  de padre o maestro exigido como reverencia o reconocimiento de un estatus superior, o exclusivo. Pero el trato de padre, entre los católicos se extiende también desde el papa hasta los simples párrocos, a quienes se les da el trato de “padre” o “padrecito”, y en el caso del primero de “Santo Padre”. ¿No habrá llegado la hora para los católicos de “guardar” estas enseñanzas? Pero parece que por siglos han interpretado que este “guardar” equivale a archivar o esconder en un lugar seguro donde nadie se acuerde de ellas.  Estimado lector, recuerde  Jesús dijo: “el que me ama, mi palabra guardará…” esto es, atesorará en lo profundo de su ser para vivirlas  o vivenciarlas, para ser enseñado y corregido por ellas.
Otra muestra que me llamó grandemente la atención fue la conducta de  Francisco 1ro. (toda conducta de un máximo líder tiende a ser imitada por sus seguidores, por tanto sirve de ejemplo)  en cuanto al amplio culto o reverencia a imágenes tan difundido entre los católicos y particularmente en el catolicismo brasileño.   Y aquí pudimos ver al máximo líder Católico reverenciando a la imagen de la llamada “Señora Aparecida” una estatuilla  de mujer de color negro,  que al parecer habría “aparecido” en forma casi sobrenatural en algún lugar a la vera del río Paraiba hace casi 300 años, (próximo año 1917, se cumplen 300 años de su “aparición”), pasando a constituirse en la “padroeira”, esto es, patrona del pueblo católico brasileño. También me llamó la atención que a su paso por las calles de Copacabana, anteayer, el día viernes 26 de Julio,  Francisco 1ro. mandó parar el “papa móvil” para poder bajar y bendecir una imagen de San Francisco.  Esto, en abierta contradicción a los mandamientos, en particular a aquél que dice “no te harás ídolo, ni semejanza alguna de lo que está arriba en el cielo, ni abajo en la tierra, ni en las aguas, ni debajo de la tierra. No los adorarás ni los servirás…”  Éxodo 20:4,5. Que dice Jesús al respecto:
Mateo
5:19 De manera que cualquiera que quebrante uno de estos mandamientos muy pequeños, y así enseñe a los hombres, muy pequeño será llamado en el reino de los cielos; mas cualquiera que los haga y los enseñe, éste será llamado grande en el reino de los cielos.
Saquemos lecciones de estos acontecimientos, de modo que no nos ocurra lo que Cristo dice para algunas iglesias en Asia menor (léase Apocalipsis capítulos 2 y 3)  “Pero tengo unas pocas cosas contra ti…,    …por tanto, arrepiéntete…”  O bien  “Ponte en vela y afirma las cosas que quedan, que estaban para morir, porque no he hallado completas tus obras delante de mi Dios. Acuérdate, pues de lo que has recibido, guárdalo y arrepiéntete. Por tanto  si no velas, vendré como ladrón, y no sabrás a qué hora vendré sobre ti”. Ap. 3:2,3.  Sobran los comentarios ante la claridad de estas palabras.  Espero que los hermanos católicos reciban estas reflexiones no como una crítica sino como una oportunidad para perfeccionar nuestra relación con nuestro Creador por medio de las enseñanzas recibidas de nuestro Señor Jesucristo.
Rescato las palabras de Francisco 1ro, hablando a los jóvenes en la vigilia de ayer sábado  “dejen que las palabras de Cristo crezcan en sus vidas” refiriéndose a que debemos ser la buena tierra que recibe la semilla (la palabra de Dios)  que da mucho fruto.
Si queremos reflejar a Cristo en nuestras vidas, debemos pues honrar sus enseñanzas, viviéndolas,  de modo que  los demás puedan reconocer que en verdad hemos estado a los pies de Jesús, el verdadero Señor y Maestro para recibir sus enseñanzas, guardarlas, y transformar nuestras vidas.


(*) El uso de negrita o cursiva en los textos bíblicos transcritos, es mía, a fin de resaltar aspectos del magisterio  de Cristo para nuestras vidas.  Los textos bíblicos usados han sido tomados de la versión de Editorial vida y de la Biblia de las Américas.

domingo, 16 de junio de 2013

El precio del discipulado



Algunas iglesias cristianas de hoy, y particularmente aqui en Brasil, hablan de prosperidad como la panacea para el creyente,  la que sería como la consecuencia obvia del verdadero discípulo de Cristo. Sin duda, Dios bendice a todos los que le aman y guardan sus enseñanzas, sin embargo, dicha bendición no necesariamente significa la opulencia o la hartura económica. Las iglesias  que hacen de esto el centro de su predicación yerran, convirtiendo el evangelio de Jesucristo en un negocio y lucrándose a costa de la credulidad de aquellos que no se dan el trabajo de profundizar en las enseñanzas  de nuestro Señor y Salvador. Al final del capítulo 6 de Mateo, Jesús enseña que quienes buscan primeramente el reino de Dios y su justicia no tienen necesidad de afanarse por tres necesidades básicas. Esto es, que comeremos,  que beberemos o que vestiremos. La satisfacción de ellas está garantizada si cumplimos con nuestra parte de buscar su reino y su justicia. Pero ello no significa que tendremos riquezas materiales a libre disposición.  Es más, muchos creyentes son atraídos por estas falsas promesas de abundancia y hartura (aunque ello puede darse en algunos casos)  sin saber que a veces las consecuencias del ser un fiel discípulo pueden ser bien distintas a dicho estado de “bienaventuranza económica”. 


Si siguiéramos la lógica de tales predicaciones, nos serían incomprensibles los innúmeros casos de grandes hombres de fe que fueron siervos del Dios viviente, quienes por ser testigos fieles  sufrieron persecuciones (Ejem. Los apóstoles, Elías, etc.), padecieron hambre y sed,  fueron, encarcelados, azotados,  muertos crucificados, decapitados, lapidados,aserrados.  También no podríamos comprender aquella sentencia de nuestro Señor Jesucristo cuando dijo             ninguno puede servir a dos señores; porque o aborrecerá al uno y amará al otro, o estimará al uno y menospreciará al otro. No podéis servir a Dios y a las riquezas”  (Mateo 6:24). Aunque en este caso se refiere a la importancia que habitualmente los hombres dan a sus bienes materiales.